sábado, 28 de noviembre de 2015

Soñando con Dios Padre

Dios quiere la paz. Así que por favor, haced todo lo posible para mantener la paz. Él quiere que no haya más guerras. El tiempo ha pasado muy deprisa, es hora de que cada uno haga algo. El que sepa rezar que rece, el que hable bien, que comience. 
 
Todo lo necesario para la paz, ningún esfuerzo es inútil si se hace de corazón.

Hombres de la Tierra, este es el ultimátum: amaros unos a otros sin discriminación, de raza o política. Pues ha llegado la hora de pagar todas las deudas. Si no cambiais en este mundo llamado Tierra, desaparecerá en menos de 3 meses. Luego os quejaréis todos de vuestro desapego a lo más importante: la vida. Ya no habrá más reencarnaciones. El hombre no se lo merece. Sólo algunos serán los escogidos, y habrá mucha hambre, de todas las clases, y la pobreza se extenderá por el mundo, así que, ¿qué esperáis para cambiar? Yo soy una humilde ama de casa, con hijos, que sabe que el mundo que conocemos desaparecerá. Me he ofrecido a cambiarme, pero Dios Padre no me quiere a mí, sino que escriba su Palabra, y que mi amiga Mª Carmen la pase a mi blog de Mensajera de los Ángeles.

A ver cuándo dejáis de pedir deseos, y pedís la paz, pero paz universal, sin discriminación. Porque nadie es mejor que nadie, incluso esta mujer que escribe es muy pecadora, pues abortó a su hijo por miedo a morir. Pero sigue pidiendo perdón todos los días de su vida. Ya veis, ha sido escuchada.

Y ahora escribirá mi palabra. He aquí que ella tiene muchas faltas de ortografía, pero eso no le importa, sabe que su amiga la puede corregir. Lo importante de este mensaje es ser una mujer o un hombre de paz, pues si no hay un solo hombre o mujer rezando como hace esta pecadora, no habrá ninguna reencarnación más.

Cuidado con tomarla por una loca, ella hace muchos años que sufre por la humanidad, y me pidió su palabra, porque una sola Palabra bastaría para sanarla. Ella no lo entendió, pero cada día es más niña, y yo cada día la quiero más. Mª Carmen, escribe esto sin faltas de ortografía, en su blog. Ah, y cuida tu alimentación, porque a tu amiga Isabel le preocupas mucho, y a mí Dios Padre también. Escribirá sus letras bien, sin faltas, ella sólo es la que escucha mi voz, y a partir de hoy, ella te pedirá que escribas en dos idiomas, español e inglés. Hazlo, no lo cuestiones. Haz el favor de hacerlo, y hacer caso y rezar, con amor, y hacer el bien. Que no hubiese armas nucleares, defenderos con el amor y paz, Dios quiere a todos.

Isabel sufre por eso, y le daré mis palabras, el único ser del mundo con el corazón de una niña, pecadora pero niña al fin y al cabo. 
 
El título de esto es “Soñando con Dios Padre”. Pero debería llamarse “Hablado con Dios, una humilde pecadora, Isabel Morales”.

Todo el mundo corre peligro. Compráis árboles de Navidad y hacéis belenes, y festejáis fiestas paganas, sin saber amar a vuestro vecino, ni tan siquiera preguntar si ha comido. Es hora de que penséis en los más cercanos. Y acercad a vuestra mesa al más pobre de todos, el que no cree, pero teme. Amaros, y dejad de almacenar lujos innecesarios. Sed prudentes con todos, pues así como os comportéis yo os he de juzgar a todos. Sed niños de corazón, niños sin maldad, y con ilusión, como piensa esta mujer, que vuestro mundo es maravilloso, y sólo por vivir un día más, y haced el favor de ayudaros, hombres, que la codicia os amarga. Repartid vuestras riquezas, bien repartidas, y cuidad a vuestros hijos de quimeras y falsedades. El amor comienza en casa, y no fuera. Cuidad de vuestros mayores y niños, sed humanos con todos los que os rodean, y así habrá alguna salida, si no todo esto es inútil, y el tiempo está aquí. Así que vosotros mismos, paz y no guerra, paz y amor.

Habrá cambios en la Tierra muy radicales, cambios que si el hombre no hace lo necesario, este mundo llegará a su fin, vuelvo a repetir, no habrá más reencarnaciones, pues el hombre no quiere como debería a su hermano, como vecino y semejante, y odia más que ama. Así pues, amaros y detendréis la guerra que ya ha empezado. Dejaros de parafernalias y compras masivas, y poneros a trabajar en unión de la humanidad. El tiempo es corto, hijos míos, muy corto, así que esta que escribe, pecadora sumisa, entiende la importancia. Ella seguirá escribiendo y haciendo llegar mi llamada. Así pues, amaros como yo os he amado. Pero recordad que yo no estoy a favor de nadie, tan sólo del que se arrepienta y haga mi voluntad. 
 
Isabel está muy triste, ella lo comprende, pero no puede hacer más que avisaros. Señoras y señores del celuloide, sabéis muy bien lo que os digo, pues muchos ya habéis soñado con ese día. Avanzad sin miedo, más miedo tiene Isabel, una simple mujer llorona, pero aquí está: haced la paz, no la guerra, olvidad el odio, y rezad de corazón, haced movimientos positivos, vosotros lo entendéis bien, al más humilde le daré lo más, que será la fe.

Mª Carmen, esta Navidad tu vida dará un giro, porque así lo pide tu amiga, y no puede hablar más. Amalia, ten fe, y verás muchas más cosas, pero guardarás silencio por tu bien.

Todos los países estáis en peligro. Desead la paz y rezad, y amad al prójimo, ha llegado el tiempo de tomarse todo más en serio. Señores políticos y señoras políticas, curas o sacerdotes, médicos, enfermeras que estáis en peligro, siempre se habla de Apocalipsis, pero yo no hablo de Apocalipsis, hablo de que no habrá ninguna más reencarnación y vuestra especie desaparecerá. Así, hijos míos, hijas mías, sed como los niños, amad y respetad, no guerra sino paz.

domingo, 21 de junio de 2015

Soñando con otra dimensión

Quiero contaros un sueño.
En este sueño yo vivía en un planeta iluminado por varios soles y varias lunas. El planeta tenía un colorido inexplicable, su atmósfera era cálida y su oxígeno era puro, y esto hacía germinar toda clase de especies, tanto fauna como flora. Todos los seres de aquel planeta estábamos conectados entre sí, como si todos fuéramos parte de todo, y todos fuéramos uno mismo. Lo seres que habitábamos este planeta, incluída yo misma, no éramos como aquí en la Tierra. Medíamos de un metro ochenta a dos metros, de complexión fuerte, con el cabello muy largo, de colores cobrizos y rojizos. Teníamos unos ojos claros, casi transparentes, una nariz recta, unos labios carnosos, un perfil largo. Y éramos andróginos, tanto hombre como mujer, unidos en uno solo. La feminidad y la masculinidad eran algo interno, y no nos reproducíamos físicamente, sino por el pensamiento. 
 
Éramos muy felices, vivíamos fuera del tiempo, pero en algún momento llegaron otros seres en unas naves, de otra galaxia cercana. Eran unos seres bajos, con los ojos oscuros, sin pelo, labios gruesos y nariz achatada, pero de una inteligencia superior a la nuestra, porque tenían más sabiduría, ya que nosotros vivíamos sin saber lo que era bueno ni malo. Ellos eran hombres y mujeres, y con su elocuencia nos convencieron para viajar con ellos y conocer a otros seres de otras galaxias. Pero para eso, teníamos que separar nuestra parte femenina de la masculina, porque así lo exigían ellos. Fabricaron unas máquinas en las que nos introducíamos (como una máquina de resonancia magnética), que hacían un ruído insoportable para nuestros oídos. Ese sonido hacía que se separara la parte femenina de la masculina. Al introducirme en esta máquina, por primera vez sentí lo que era el dolor. Algo de mí se moría, aunque yo era inmortal. Cuando salió de mí mi parte masculina, era un hombre alto, de más de dos metros. Su cabello era del mismo tono, pero sus ojos ya no tenían aquel tono tan brillante. Su complexión era fuerte. Yo me veía como mujer, era mucho más baja, de complexión frágil y delgada. Mi cabello era bastante pobre, corto, y tenía todo el brillo en mis ojos, toda mi potencia. Desde ese mismo instante, la tristeza se apoderó de mí, y el vacío de mi interior era insoportable. Así que me acerqué a la Fuente (un energía superior que había en aquel planeta con la que conectábamos sin hablar), que era lo único que me hacía sentir mejor. Le pedí a esta energía que me devolviese mi parte masculina, pero me dijo que era imposible, porque en ella se había quedado el espíritu, mientras en mí se había quedado el alma. Como me vió tan triste, me propuso la única solución: como yo no era la única que había ido a pedir lo mismo (porque todos sintieron el mismo dolor y vacío) me mandó a un planeta llamado Tierra, donde existía la muerte, la única que me uniría con mi parte masculina cuando llegara el momento. Ya que allí, en aquel planeta, éramos eternos. Y sólo así, muriendo el cuerpo, mi alma se liberaría de él y volvería a la otra mitad de mi ser.

Y así sucedió. Bajé a la Tierra y entré en el ombligo de una mujer, a la que llamaban chamán. Aquí desperté. Reflexión: sueño, o ¿quizá fue una vida anterior?
Besos para mis hermanos galácticos.

El poder de la fe

Hace unas semanas salí a dar una vuelta por mi barrio y, mirando escaparates, llegué a uno con trajes de novia. Me eché a reír, y me fijé precisamente en un vestido que estaba al fondo, de color azul cielo, muy vaporoso, y entonces recordé esta historia que voy a contaros.

Una tarde llegó a mi consultorio una señora de Sevilla muy graciosa que quería saber lo que le deparaba el futuro. Le habían hablado muy bien de mí y tenía mucha curiosidad. Empecé a echar las cartas. Ella lo mismo lloraba que reía, aunque yo, después de echar las cartas, no recuerdo lo que he dicho. Como la sesión se alargó más de la cuenta, cuando terminamos ella me invitó a cenar. No es algo que yo suela hacer, pero algo en mí me decía que debía aceptar.

Durante la cena, ella decía que le había hecho muchísima gracia que le dijera que se iba a casar, cuando ella pasaba de los sesenta y en su vida jamás le había echado un guiño al amor. O sea, que nunca se había dado la oportunidad de enamorarse. Por circunstancias de su vida, se había dedicado a cuidar a sus padres y a trabajar. Su trabajo y sus padres eran toda su vida, y ya jubilada había decidido viajar. Por eso estaba en mi ciudad. Le encantaba la playa. 
 
Como le había acertado todo lo del pasado, y le había dicho cosas del presente, no le cabía duda que se iba a cumplir lo que le había pronosticado. Así me despedí de ella, y me dijo que el año que viene, si volvía a mi ciudad, volvería a ir a mi consultorio, pues le había gustado mucho. 
 
Al año siguiente, volvió a mi consulta. Cuál fue mi sorpresa, cuando me dijo que ya lo tenía todo preparado para la boda... menos el novio. “¿Cómo?”, dije yo. “Sí”, respondió: “El cura, la iglesia, y el vestido”. Porque ella sabía que se iba a cumplir, ya que tenía fe en mí. Lo cual me dejó un poco preocupada, porque claro, no me acordaba de nada de lo que le había dicho cuando le eché las cartas, pero ella dijo que todo, todo se había cumplido. Así que después de echarle las cartas, quedamos otro día para que me enseñara el vestido, pues le hacía ilusión que fuera cuando se lo probara. Tuve que ir con ella.

Era un vestido azul, vaporoso, precioso. La rejuvenecía. Y entonces, cuando se miraba ella en el espejo, vi a su futuro cónyuge. No dije nada, porque hubiera tenido que darle muchas explicaciones. Al cabo de dos meses, recibí una llamada telefónica de ella invitándome a la boda: ya tenía novio. Se casaban el mes de julio. No pude ir porque me surgieron unos compromisos, y al cabo de unos días recibí unas fotos de la boda. Su cónyuge era el mismo señor que se veía en el espejo. No cabe duda de que su fe le atrajo el amor. Porque la fe pone en marcha un proceso de atracción, que hizo que todo el universo se pusiera en marcha para traerle el marido que ella deseaba. Hoy en día siguen juntos y muy felices.

domingo, 5 de abril de 2015

Ver y no creer

Vamos a hablar otra vez de la fe. Muchas personas me dicen que no existe Dios, ni Jesucristo, porque ellas no lo han visto nunca. Y claro, si no lo ven, según ellas no existen. Pero cuando vienen a mi consulta y les miro las cartas, su actitud cambia y empiezan a creer. No en Dios, pero sí en el Universo, y que hay algo más. Esto se debe a que traen un gran secreto y de repente en mi consulta es revelado. Pero, ¿qué pasa cuando una persona ve seres (espíritus) y se niega a reconocer que hay otro mundo? De esto va mi historia hoy.

El mes de junio del año pasado vino a mi consulta un matrimonio con una niña un poco especial, de unos once años. De apariencia infantil, pero mucho más vieja que sus padres. Mientras echaba el tarot a su madre, la niña no paraba de hablar. Se dirigía con la mirada hacia el fondo de la habitación y se reía. Su madre se estaba poniendo cada vez más nerviosa, decía que era “culo de mal asiento”, pero como no tenían con quien dejarla y a los dos padres les urgía verme, tuvieron que traerla con ellos. Como vi que no se tranquilizaban, hice sentar a padre e hija con la madre y conmigo en la mesa. Entonces la niña me miró y me dijo que era una señora muy alta y muy grande, que si comía mucho. Me hizo mucha gracia, porque ella me estaba viendo como yo soy realmente. Le pregunté que si veía gente alrededor y se echó a reír. Dijo: “No veo nada, ¿no ves que no existe Dios?” Y en ese mismo momento empezamos a ver unas burbujas de colores en blanco, azul, verde, alrededor nuestro. Los padres también las vieron, pero ella se quedó atónita y empezó a decir qué cómo había hecho aquellas burbujas de jabón tan grandes. La temperatura de la habitación bajó y detrás de ella pude ver una señora con el cabello blanco, sonriéndome, y supe que la niña también la estaba viendo. Le pregunté a la pequeña por qué no se lo había dicho a sus padres. Me contestó que le daba miedo, que la podían ingresar en el manicomio. Y yo dije que había más locos fuera que dentro, y que bendita sea la locura de Dios. Resultó ser que la niña veía espíritus desde muy pequeña, y que le daban miedo, por lo cual tenía unas fuertes pesadillas. Sus padres habían venido por un tema de trabajo, y no sabían que el verdadero problema lo tenía su hija. Una vez que le dije a la niña que aquella señora era una antepasada suya, que era su guía, la niña se tranquilizó y pude echar las cartas.

Una vez finalizadas, mandé a los padres a tomar un café fuera y me quedé con la niña a solas. Hablamos de Dios y de las muchas maneras en que se define: Universo, energía, fuerza. Ella me explicó que toda mi habitación estaba llena de niños, y que brillaban como si tuvieran luz, lo cual me produjo mucha alegría porque yo también los veía. Cogimos un papel en blanco y un lápiz, la hice sentar enfrente de mí, y que escribiera lo primero que le viniera al pensamiento. Al cabo de un tiempo, la niña escribió un mensaje de uno de aquellos seres.

Cuando volvieron los padres, la niña les leyó el mensaje. Cuál fue su sorpresa al saber que uno de aquellos niños era un hermano del padre que había fallecido hacía muchos años. Les pedía que hicieran unas cosas que sus padres no habían hecho. Se despidieron de mí y se fueron.


En el mes de agosto volvieron a verme. La situación económica había cambiado, los padres tenían ya trabajo, pero no sólo eso: la niña estaba mucho más tranquila y había mejorado muchísimo en el colegio. Ahora ella sabía que tenía un buen ángel de la guarda o guía que siempre estaba con ella. Con esta historia quiero demostrar que somos muchas las personas que vemos, pero a muchas de ellas les da miedo reconocerlo, incluso si son niños a sus propios padres. Deberíamos creer con el corazón, no con los ojos. Y así, seguramente se nos abrirían todas las posibilidades a otro mundo. La fe mueve montañas.