Todas
las personas tienen dones, unas más y otras menos, pero todas. No
hay ninguna más especial que otra. Lo que pasa es que muchas
personas trabajan sus dones, lo cual los hace perfeccionarlos.
A
mí me preguntan muchas veces cómo puedo enseñarles a echar el
tarot, y yo les digo que yo he aprendido sola, y no puedo explicar
cómo. Supongo que será igual que los escritores, que plasman en sus
libros lo que sienten en su interior y lo que ven en su imaginación,
sin que nadie les haya enseñado, porque tienen un don. Cualquier
carta para mí tiene movimiento, luz, expresión, un significado, y
todas cambian al unísono, todas cuentan la historia de la persona
que tengo ante mí. Ninguna vida es igual, aunque no es casual que
esas personas vengan a mi consulta. Seguramente, ya nos conocíamos
de alguna vida pasada. Porque al primer vistazo, algunas de estas
personas tienen la sensación de quererme abrazar, como si fuese
alguien familiar, que hace mucho tiempo que no ven, y no se quierer
luego separar de mí. Porque al verme sienten una infinita alegría.
Y otras personas encuentran una paz imposible de explicar. Así,
muchos de mis clientes se convierten en amigos, lo cual no es
coincidencia. Seguro que en otra vida fuimos familia o ya éramos
buenos amigos. A veces voy en el autobús y la persona que se sienta
a mi lado me empieza a hablar como si nos conociéramos de toda la
vida, y me cuenta las historias más increíbles. Esto tampoco es
casual, seguramente esa persona había pedido ayuda y los guías nos
habían reunido. Algunas de estas historias las contaré algún día.
Me
despido atentamente de todos mis hermanos terrenales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario