domingo, 24 de febrero de 2013

Espíritus del teatro


Una vez tuve la suerte de trabajar en un teatro, no como actriz ni nada semejante; era la señora que limpiaba los camerinos. Como las casualidades no existen, me lo tomé como una experiencia nueva.
El primer día que llegué, era como si ya hubiera estado allí. Sabía encender todas las luces, todos los pasillos secretos (puertas que llevaban a los camerinos, para salir al exterior sin ser visto). En los teatros hay muchísimos espíritus, algunos que quedan atrapados y otros que traen los actores. Eso sin contar algunos espíritus burlones, y sobre todo, la luz de los ángeles.

En el tiempo que estuve trabajando, vinieron muchas compañías teatrales y musicales de diferentes lugares y países. Me encantaba ver sus ensayos, disfrutaba como una niña, siempre con cuidado de que no me viera mi jefa. Pero un día llegó una compañía de Madrid. El encargado de luces me pidió que si me podía quedar más horas cada día para ayudar a limpiar el escenario, dar luces y pasadizos, pues yo los conocía todos. Así que acepté. Entraba a las cinco de la mañana y acababa a las diez de la noche. En el trascurso de este tiempo iba conociendo a todo el personal, era como una familia. Faltaban diez días para empezar la obra. Todo estaba patas arriba: cables, luces, accesorios, cuerdas, maquillaje, vestuario, músicos. Había que tener todos los camerinos perfectos, eran tres plantas. Aunque la tercera, me comentaron que no la tuviera perfecta porque no iba a venir nadie. Pero en uno de los camerinos de la tercera planta empecé a ver muchas luces de colores. Así que limpié ese camerino para alguien muy especial, y puse unas flores.

Al cabo de unos días, el director estaba esperando a la actriz principal, y mira por dónde, la vio pasar hacia el camerino que yo había preparado, supongo que le gustaba. Al cabo de un momento, estaba en el escenario completamente caracterizada.

El director de la compañía me preguntó: “Oiga, señora, ¿ha visto usted por dónde ha pasado la actriz? ¡Esta mujer me va a volver loco! No sea nunca actriz, lo que hay que aguantar… Estas divas no sabe uno por dónde cogerlas”. Él la estaba esperando en la entrada, pues le tenían preparado otro camerino. De pronto había visto que ella estaba en el escenario, pero no había llegado a él por ninguno de los accesos. “De veras, ¿no ha visto por dónde ha llegado al escenario? Porque usted lo sabe. Esta mañana, usted me hizo lo mismo: yo estaba aquí abajo, desde donde veía los tres accesos para entrar y, de repente la veo en el escenario hablando con la calavera (que formaba parte del atrezzo) y diciéndole que no había desayunado por la mala cara que tenía”. Yo limpiaba cada mañana el escenario, que representaba un cementerio medieval. “¿Cómo había llegado allí?” Así que se lo expliqué: yo había llegado desde el cuarto de la limpieza, porque había un acceso directo del que sólo yo tenía la llave, pero ¿cómo había llegado ella?
De pronto, suena el timbre de la puerta de entrada: era un asistente con el vestuario de la actriz, que le dijo al director: “Lo siento, la actriz aún tardará dos horas en llegar, se ha retrasado el avión”.  Pero nosotros estábamos viendo a la actriz en el escenario con su traje medieval. El director exclamó: “Ay, me ha sentado mal el café…” y me miró a los ojos.

Lo que había pasado es que nosotros dos habíamos conectado espiritualmente, y habíamos visto en el escenario un espíritu con las facciones de la actriz, pero que no era ella, sino el personaje auténtico en el que estaba basada aquella obra. Porque cuando se prepara una obra de teatro, se convocan a los personajes que la habían vivido, así que a veces no es el actor que representa un personaje, es el personaje que se apodera del actor. Cuidado, porque a veces es tan intenso el personaje, que las vibraciones de los dos seres (el actor y el personaje) se fusionan y el personaje puede apoderarse de la persona; de ahí los insomnios, sueños y obsesiones que padecen los actores. Pero otras veces sucede que el actor es el verdadero personaje, y vuelve a repetir algo que vivió en otra vida. Cuando esto sucede, el escenario se llena de luz, y es el mayor espectáculo del mundo. Algunos tenemos el privilegio de verlo. Por cierto, que la actriz llegó dos horas después, con la misma ropa con que la había visto el director, se fue directa a mi camerino: hizo subir todas las cosas desde el camerino que le habían preparado.

Por la tarde estaba tomando café en mi descanso, metida en el sitio del apuntador, y el olor del café llegó hasta el director, que se sentó en la butaca a mi lado. Me dijo que jamás había visto un espíritu hasta ese día, aunque los presentía. Me preguntó si tenía el don, y le dije que sí. Me preguntó si se sufría mucho, y le contesté que sí, sobre todo cuando quieres a alguien y esa persona quiere a otra que no le conviene, o cuando ves que alguien va a morir y no puedes ayudarle. Entonces me preguntó que si también veía el futuro, y cómo iba a ir esa obra. Le dije que iría muy bien porque había una actriz de primera, y venían a verla a ella. Otros actores también serían muy famosos, y le di los nombres, que ahora no menciono. Pero para otros sería sólo una experiencia. Me preguntó cómo lo sabía. Cuando un actor tiene el don, los ángeles lo rodean, y su luz traspasa todo el escenario. Ya puede ser una persona sin estudios, como una que haya estudiado interpretación. 

El teatro es algo que se lleva en la sangre, el actor hace suya la escena. Debe hacer un cortejo con su público, que es como su amante, y cuando el público conecta con el actor y lo ovaciona, es como un orgasmo. Una vez que lo siente, no puede vivir sin eso. El teatro engancha. “¿Y el cine?”, me preguntó. Lo mismo, pero el orgasmo llega después. Él me dijo que era la primera vez que se lo definían así. Los actores, todos ellos, vibran en un nivel armónico superior al de los demás seres. Por eso ellos tienen la obligación de ayudar a los demás seres del mundo. Porque tienen la capacidad de hacer oír su voz, mucho más que los políticos. Porque cuando suena esa vibración, el mundo es un poco mejor. Yo pediría a todos los actores que en este momento de crisis se involucraran más para ayudar a la humanidad. Ellos tienen la sartén por el mango. Si supieran todos los ángeles que tienen alrededor de ellos, y espíritus de su familia que vienen a verlos… 
Los admiro de corazón. Nunca olvidaré el tiempo que estuve en el teatro.